
DÍA 4. ELLA Cuando le preguntaron a Laura qué iba a hacer en Marruecos, les contestó que cantar. Lo apuntaron en el formulario que tuvo que …
UN DÍA CUALQUIERA EN UNA CIUDAD DE MAR by Paula C. Monreal
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UN DÍA CUALQUIERA EN UNA CIUDAD DE MAR by Paula C. Monreal
By Paula Castillo Monreal DÍA 3. LA CASA Recuerdo el primer día que llegué a esta ciudad con la intención de quedarme a pesar de la …
UN DÍA CUALQUIERA EN UNA CIUDAD DE MAR
By Paula Castillo Monreal DIA 2 Las luces de la noche todavía alumbran la bahía que no se deja ver detrás de las grúas. Recuerdo a mi …
UN DIA CUALQUIERA EN UNA CIUDAD DE MAR —02
by Paula Castillo Monreal Día 1 Los perros son una excusa. Aquí donde estoy amanece pronto. Siento urgencia por atrapar cada minuto del día. Le miro …
UN DIA EN UNA CIUDAD DE MAR
Olía a zotal. Las cuadras aún se presentaban con el desorden de la noche. El calor de los sueños remoloneaba sobre las cabezas de los potros que no …
LA DAMA Y EL ALFIL by Paula Castillo Monreal
El día se perfilaba radiante y abrumador tras los visillos casi transparentes que Felipe del Horno había dejado, a propósito, ligeramente abiertos. …
UNA GRAN AUTOESTIMA by Paula Castillo Monreal
A la vez que la tarde perdía su luz y recuperaba las sombras, María, sumergida entre un cielo gris y un mar del color del cielo, intentaba mantenerse…
BEBER A TRAGUITOS CORTOS by Paula Castillo Monreal
Le quitaron la palabra y la capacidad de ver. El padre, nada más nacer, tocó con su dedo índice la cruz de Caravaca que la niña mostraba en el paladar. «Se hará más grande con la edad», refiriéndose a la cruz.
La niña abría la boca sin llanto mostrándose entera.
La piel parecía el pelaje de un animal.
La niña nació la noche que pretendía ser de luna llena a pesar de no serlo. El padre sacó el cazo de agua hervida a la ventana del dormitorio en el que la madre aullaba. A la niña, que venía de nalgas consiguieron darle la vuelta y, cuando pensaron que ya estaba todo perdido, vieron aparecer el pelo negro entre las piernas de la madre, enrojecidas y agotadas del esfuerzo.
Nació pequeña y morada. Las manos parecían garras y su boca un hocico al que le faltaban los colmillos fieros. La cabeza, llena de rizos negros, le hizo pensar al padre que sería apta para la vida.
Lo que nunca imaginó es que tendría que quitarle de un plumazo las visiones y las ganas de aullar que traía del otro mundo antes de ser devorado.
Los bares me llevan a ti. Los bares de plástico. Esos con baldosas de barro brillante y eco en las paredes que devuelven las voces de lo íntimo. En …
#Microrrelatos: La vida disimulada by Paula Castillo Monreal